y mientras le tomaba la tensión a aquel viejo va el muy osado y pregunta:
-¿tienes novio?...
mi cerebro, al son de la presión sistólica que ejercía el corazón del buen hombre (¡já!), empezó a recordar todo lo que habíamos pasado...
de cómo te vi por primera vez en clase. de cómo pasé de ti en todo momento. del día en que me senté a tu lado porque eras amigo del chico que me parecía así como atractivo, guapo, interesante (y un largo etcétera). de cómo me agregaste un día al msn y posteriormente al facebook. de nuestras largas charlas insustanciales y por otro lado de los dobles sentidos. del día en que quedamos en el parque de C. y donde no pasó absolutamente nada mientras nos mirábamos con ojos de otravezserá a la vez que tu marchabas para una dirección del metro y yo me dirigía hacia la contraria. del día de la fiesta de después de exámenes en la que estando ebria, me cogiste de la mano para llevarme hasta la playa y como si tuviera cuatro años, me quitaste los zapatos y me los llevaste hasta entrar a la arena (que, aunque no lo creáis mis queridos amigos, aquí tampoco pasó nada). del día de la no-despedida en el que finalmente me decidí por darte un abrazo, tú optaste por darme un beso en la cabeza y el resto, como ya sabéis, es historia. de cómo el día de la despedida nos abrazamos por segunda vez en la vida como si ya lo hubiéramos hecho un millóncuatrocientasochentaydos veces. y de cómo, en un día fatídico de septiembre, todo cambió de repente.
y aquí llega de nuevo, la presión diastólica que marca el fin...y yo solo pude sonreír nerviosamente y soltar un: no.
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